Hace algunos meses, llevé a mi clase de alemán un libro magnífico de las religiones del mundo. Era una clase con 13 árabes (un yemení, dos iraquíes y 10 sirios), y me proponía enseñarles no sólo alemán, sino también la pluralidad de creencias en Europa y en Alemania, el país donde residen.
El libro mostraba Wimmelbilder, imágenes al estilo de las de 'Buscando a Wally', con personas, templos y objetos pertenecientes a la religión correspondiente. Yo me imaginaba que al entrar en el capítulo del judaísmo, los árabes se irritarían especialmente. Pero me sorprendió que la información sobre la religión judía fuera aceptada con gestos respetuosos o al menos gélidos, mas no despectivos.
Mi sorpresa fue grande cuando llegamos al capítulo del Islam. Ahmed, un camionero de Damasco que se caracterizaba por ser el dicharachero del grupo, se puso colorado y me dijo, indignado, que este capítulo ''no era de musulmanes, sino de chiitas''. Cómo? bueno, la variante del Islam de Irán y partes de Iraq, no? ''No, no, pero es que no son musulmanes. Son el diablo''.
A menudo, y este evento real me lo confirma aun más, me gusta imaginar que el mundo musulmán de hoy vive su división entre chiitas y suníes como los cristianos vivíamos la nuestra durante la Guerra de los Treinta Años. Es decir, el mismo conflicto, pero con las armas y la tecnología del siglo XXI.
A decir verdad, solo es necesario coger un periódico alemán como el FAZ o el Süddeutsche Zeitung para darse cuenta de que la Guerra de los Treinta Años sigue dando coletazos en Europa: noticias peyorativas sobre la iglesia católica, el catolicismo como identidad a resaltar de un político, etc. Eso sí, en una Europa cada vez menos creyente y más secularizada y tiktokizada, ese conflicto es prácticamente irrelevante. Probablemente vivamos ahora mismo en Alemania en la era donde más igual da si un cristiano es católico o protestante. La división que hoy prima en el debate público es la de cristianos (mejor dicho, miembros de alguna iglesia), musulmanes y ateos/agnósticos.
Según una encuesta de ABC de junio de 2023, si en el año 2010 hasta el 73% de los españoles se consideraba creyente, en 2023 el porcentaje era del 52,8%. Si en solo 13 años el número de creyentes ha bajado 20 puntos absolutos en un país considerado católico y de los más religiosos de Europa, pueden imaginarse ustedes bien cómo estará la cosa en Europa central.
No así con los musulmanes. Además, para una mayoría importante de musulmanes de Europa, la creencia no es suficiente: mostrar su identidad religiosa es también fundamental. El columnista de Charlie Hebdo, Gérard Biard, denunciaba en 2023 que los liceos de Francia se estaban llenando de jóvenes con abayas y qamis para burlar la ley de laicidad de 2004, que prohibe los símbolos religiosos -pero sólo estrictamente religiosos, no los culturales.
Y me dirá usted: y qué hay de malo en que la gente lleve lo que le dé la gana? Yo sinceramente, como liberal no prohibiría ninguna vestimenta. Eso sí, concedería esa libertad a cambio de asegurarme yo la libertad de poder criticar el porte de signos religiosos, una libertad que sí está en entredicho en occidente. Ya lo dijo Zar Amir Ebrahim, la artista iraní refugiada en Francia, a Paris Match en octubre de 2022: ''En Francia hay miedo con la libertad de expresión, y la gente está incómoda cuando se habla del islam, tiene miedo a que le llamen islamófobo''.
En 2024, un profesor alauita de Turquía que lleva desde los 70 viviendo en Alemania y está afiliado a los Verdes le dijo a una compañera de curso que el pañuelo que llevaba en la cabeza no era necesario en el Islam, porque no lo ponía en el Corán. La estudiante, sorprendida mas aparentemente tranquila -ayudaría que fuera un árabe turco el que le apuntara eso, y no un alemán blanco- le contestó que sí, que lo ponía en el Corán. La discusión discurrió apaciblemente durante algunos minutos, pero ninguno de los dos dio su brazo a torcer.
Este año, en un curso de integración, me atreví a hacer lo mismo con una estudiante tunecina bastante buena con el alemán, y con un inglés muy bueno. Me parecía una mujer racional y agradable, y supuse que accedería al debate. Cuando le dije que el Corán no exigía llevar velo, me contestó que sí, aunque algo más nerviosa que la estudiante del año anterior con el profesor alauita. Zanjó la discusión con un ''además, es mi creencia, es irrelevante''. Al final de la clase, me mandó un link para demostrarme que estaba equivocado con mis pesquisas en Chat GPT. Para mi sorpresa, el link era a un vídeo de una académica exaltada que, en una entrevista con una televisión anglófona del mundo árabe, empezaba diciendo que el velo era obligatorio ''porque sí''. Allá la tunecina si me quería convencer con ello.
La realidad es que el Corán pide a sus seguidoras ''discreción con su belleza'', no su cabeza. Como ese mandamiento es tan inexacto, hoy en el mundo islámico vemos desde mujeres cubiertas al completo, como en Afganistán o Arabia Saudí, hasta mujeres sin ningún tipo de símbolo religioso, como en Kosovo, Albania o Turquía, pasando por soluciones intermedias como el hiyab (en árabe, pañuelo), predominante en Europa.
De esta realidad saco dos conclusiones. La primera es que alguien tendrá que explicarme por qué se ven mujeres con velo a diario con caras maquilladas, si las sagradas escrituras islámicas dejan claro que la belleza no hay que resaltarla, sino ocultarla. La segunda es que la imposición cultural del velo tiene más que ver con la desconfianza y la castidad -esta mujer es mía y no necesita que nadie más trate de conquistarla- que con un amor religioso a ningún profeta. Cosa parecida sucede con el vino: el Corán no lo prohibe (y esto me lo dijo la tunecina! cosa que comprobé luego en Chat GPT), sino que pide moderación. Sin embargo, las sociedades musulmanas (a excepción quizá de los países antes mencionados Albania, Kosovo y Turquía además del Líbano) lo prohiben tajantemente, para ahorrarse el cálculo de esa moderación. Esto denota, como el velo, desconfianza.
Por cierto, que no solo hay países donde la interpretación del islam es menos estricta que en otros. También hay corrientes ideológicas, como los mutazalitas, que aunque son minoría parecen dignas de mencionar. El movimiento mutazalita quiere interpretar el Corán de forma racional, y rechaza los 'hadiths' por anacrónicos. Un ejemplo de hadith (palabra o gesto sagrado de Mahoma) es no dar la mano a una mujer. En París, solo la mezquita Fatima está afiliada en parte a esta doctrina. En esta mezquita, hombres y mujeres no están separados, y el velo no es obligatorio. Karina Bahloul es iman de la mezquita -una rareza que lo sea una mujer-, y ella misma escribió en Le Monde que habría que abandonar el velo como símbolo del islam.