lunes, 5 de octubre de 2009

LA TEORÍA DEL CERDO

El ser humano es el único animal que tropieza con la misma intriga varias veces en la vida...

El profesor José Antonio Ruiz San Román, simplista en sus explicaciones e incompleto en sus lecciones pero magistralmente preparado para abrir un curso académico y fomentar el interés de los alumnos -me refiero a aquellos alumnos que consiguieron escapar de esta España feliz y despertaron a tiempo- por la lectura, el trabajo y el ejercicio del Periodismo, tiene una teoría propia que él llama Teoría del Cerdo, técnicamente ofrecida en Primero de carrera pero que imparte incluso en Cuarto, según fuentes solventes.

Básicamente no la voy a desvelar por dos motivos. El primero es que, en respeto al profesor, que tiene los derechos reservados y la decisión soberana de no desenterrarla hasta Navidad, dejaré que sea él quien la cuente a su modo, dicharachero, cuando él lo estime oportuno. El segundo es que no me acuerdo bien de qué trata.

Básicamente, y resumida en pocas palabras, la Teoría del Cerdo pretende dar una bofetada al alumno en su primer curso para que nadie se la tenga que dar en Quinto, cuando ya sea demasaido tarde. Algo de lo que sí me acuerdo es su insistencia en torno a la necesidad de leer y formarse lo máximo posible durante los 5 años de carrera, hacer prácticas y todo lo que esté en nuestras manos, porque, según asegura, una vez licenciados entramos como en un embudo agobiante de una realidad agobiante.

De esta manera, y pese a sus explicaciones simplistas o pueriles, se puede decir que con JARS -un completo apasionado del fenómeno social comunicativo- uno aprende la primera semana del curso más que en las 90 horas de su homólogo y compañero de despacho Luis G. Tojar, quien, incapaz de acallar el corralero durante todo el año (a diferencia de JARS), incluye en su obra de teatro 'educativo' un breve lapso de 10 minutos interrogando ''¿qué es la sociología?'' en el primer día de clase así como una premeditada huída anual del aula (por hartazgo) tras la cual cuelga unas fotocopias en reprografía que le sirven para atizar al 50% de los alumnos a la hora de la evaluación y revisión de exámenes.

Cada maestrillo tiene su librillo.

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