domingo, 28 de marzo de 2010

IMPRESIONES DE PARÍS

No visitaba la capital de Francia desde 1997, cuando fuimos a Disneyland con 10 añitos y nos quedamos a dormir en el barrio Western del parque. Ahora, con 22 palos, me he sentido como el amo del lugar porque me he podido desenvolver sin problema hablando en francés, aunque me hayan timado en un restaurante.

LA GRAN ESTAFA

Nada más llegar, y tras visitar la Catedral de Notre-Dame, en frente de la cual había un currela disfrazado de Quasimodo para hacer su agosto fotografiándose con los turistas, entré en un restaurante regentado por árabes pero de provisiones cosmopolitas: pizzas, hamburguesas, pollo asado... Para mi sorpresa, veo un cartel que dice: hamburguer, 3 €. Me meto y la pido, me ofrecen mesa muy sonrientes, el local está vacío: empiezo a sospechar. Me traen una fuente grande con la susodicha hamburguesa y patatas para acompañar. Ya pueden imaginarse ustedes dónde está la broma. ¿Coca cola? Sí por favor, más sonrisas, jiji, jaja. Oigo la corriente del Sena a escasos metros de mi mesa, no puede ser tan barato, digo yo. ¿Queso para la hamburguesa? Sí, dice mi estómago, pues con el hambre me he vuelto ventrílocuo.

Paso por caja calculando 5 euros, total: 14,50 euros. Pido una rectificación reabriendo los ojos y con el francés más trabado que ha salido nunca de mi boca. C'est clare, c'est tout là... el morito cobrador apunta al cartel que hay por encima de sus cabezas, la suya y la de los cocineros, que me miran expectantes, para ver cómo se resuelve la batalla, que para ellos no debe ser nueva...

He aquí l'addition: hamburguesa cuatro euros, por comerla dentro; patatas 5,50 (?); Coca Cola 3,50, también por tomarla dentro; suplemento queso 1,50. Ganas de quemar el bar, como si en vez de frituras fueran libros de Julián Carax.

LA GRAN CASUALIDAD

Paseando junto a la Torre Eiffel, me topo con un hombre de rasgos asiáticos que me suena muchísimo. Me quedo mirándole, él me observa receloso... Le apunto con una mano, y él hace aspavientos, como rechazando cualquier producto que yo fuera a venderle.

-I think I know you... from Canada?
-Yeah... -No sonríe él, pero su voz me remonta a 2005, cuando compartí un curso de chino con él en Montreal.

AVENUE DE CHAMPS ELYSÉES, LA GRAN VÍA DE PARÍS

Llego al Arco del Triunfo y creo ser uno de esos corresponsales de televisión que tienen atrás esa jauría de coches que, rompiendo las normas universales de circulación, ceden el paso a los que se incorporan a la rotonda. Bajo luego por la avenida de los Champs Elysées y todo me resulta familiar: tiendas, cines, paradas de metro, luces, tráfico... Parezco estar en la Gran Vía de Madrid, pero aquélla es rectilínea, y cuando llegas al obelisco del final, ves aún el arco al fondo, perfectamente, al contrario que la Gra Vía, que se dobla en Callao.

2 comentarios:

Mercedes Pajarón dijo...

Vale, Falete, deja de dar envidia de una vez! Deja de viajar y vuélvete pa la piel de toro, que en ningún sitio como en Españilandia, el país de las maravillas!

Un gros bisou!!

Falete dijo...

jajajajaja... a la piel de toro, ni aún durmiéndome, como le hacían a MA para que subiera al avión en El equipo-A!