sábado, 24 de abril de 2010

TODO EMPIEZA UN VIERNES

Hoy se cumplen seis años de aquel día, en la parroquia, 24 de abril de 2004. Ella no se acuerda, porque detrás de mí han pasado dos o tres, y uno de ellos a intervalos. Pero yo me acuerdo muy bien de todo lo que ha pasado en estos seis años.

2004, el año de los 17 años de edad, el año en que adquirí la plena conciencia de mis actos. Reforcé este desarrollo intelectual un año después con 12 meses en Canadá, además de los múltiples viajes por varios Estados de EEUU, donde puse fin a mi felicidad al tomar plenísima conciencia de la realidad de la vida. Y es que no sólo desconecté de mis amigos, de Sevilla y de la forma de ser que yo tenía en España, o de las formas de relacionarme: también empecé a desenvolverme y a cuidarme de cosas que, de nuevo en España, desaparecieron. Ningún negro me preguntaría por mi vida en una parada de autobús en Madrid. En Anchorage, Alaska, sí es posible. No es tan duro el exilio como el retorno. El colofón fue el comienzo de la carrera en Sevilla, donde gracias a la profesora de Literatura Pilar Bellido destrocé los últimos recovecos de felicidad al sumergirme con tanta fruición en la lectura de libros.

Se trata de tres hechos, los resaltados en rojo, que han definido el rumbo del resto de mi vida.

En poco más de dos años, todo mi yo había cambiado espectacularmente, y me daba la sensación (sensación que sigo teniendo, a mi pesar) de que nadie más que yo había cambiado. ¿Ombliguismo? Todo lo contrario: a diario me fijo en los demás, observo su comportamiento, trato de entablar conversaciones incluso con quien no me apetece, y resulta que nadie ha salido de la adolescencia. No estoy pidiendo sustituir una noche de discoteca por una tarde en el Café Gijón. Pero sí me frustra no encontrar a una persona con plena conciencia de sus actos, un año de bagaje en el extranjero y muchas lecturas; y ahora, seis años después, creo haberla encontrado.

¡Ay! Pero qué feliz era antes. Entonces ahora, acabando Cuarto, me pregunto, antes de irme de Erasmus: ¿Me tiraré de los pelos en el futuro por unos objetivos a medio cumplir, en medio del arrepentimiento de una juventud casi desperdiciada? Una duda me carcomerá siempre: ¿hubiera sido posible encontrar a las personas correctas en la Facultad? ¿Es un problema mío o ciertamente de que los demás están a años luz de mis intereses? Siento el ombliguismo, nuevamente, pero he de decir que creo más bien en lo segundo, porque me han bastado tres viajes a Italia (Giuseppe, charlas milanesas sobre la vida, mujeres y religión), Francia (conversaciones en francés con Alinne sobre política, juventud y economía en ese tren de París a Orleans) y Alemania (Disertaciones en Frankfurt con Paulius, un lituano de 19 años que congeniaba casi a la perfección conmigo) para darme cuenta de que la felicidad está fuera de este país de todas las maldiciones.

24 de abril de 2004. Seis años después, siento que el gusanillo ha vuelto a despertar en mi estómago. Es una llama especial, que va más allá del cariño. Desear a alguien y sentirte correspondido, y lo que es más, no dar marcha atrás en tus intenciones por pensar con desdén que has conseguido llamar su atención; porque ves y confías en que puede salir bien, todo es como volver a 2004, a aquel día en el jardín posterior de la parroquia, donde una tarde de catequesis se convirtió en uno de los días más memorables de la adolescencia.

1 comentario:

Mercedes Pajarón dijo...

Ayayayayy, que me parece que ya es primavera en algún otro sitio más que en "El Corte Inglés"...!

Te noto muy feliz...y no sabes cómo me alegro! Besos!!!!