domingo, 23 de marzo de 2008

¡QUÉ GRAN SEMANA!

Mientras el jueves de la semana pasada me despedía de la mayoría de mis compañeros de clase, que tiraba cada uno para su tierra, yo sabía que los dos días antes de salir para Alemania, el viernes de Dolores y el sábado siguiente, iba a pasarlo algo aburrido solo en Madrid. No me aburrí tanto; el viernes me desperté tarde después de una buena noche en Chueca, donde, en el bar Melocotón, un gordito buena gente y su colega, disjockeys del pub de enfrente y ambos con un muelle tremendo, me gritaban como conociéndome desde siempre que pidiera un Schumacher (7€), bautizado cocktail tamaño maceporro que llegó a convencerme tras comparar calidad-cantidad-precio en un barrio muy solicitado.

Accedí más que por el convencimiento sobre el precio, por la dicharachera forma del amigo de persuadirme sobre el ''pelotazo de la hostia, chaval'' que me ofrecía la bebida, algo rojiza, de sabor melocotón. El sábado recuerdo haberlo pasado tranquilo en casa y leyendo. No así el domingo, que como cada día que uno ha de cojer un avión, los nervios quieren entrar en el juego hasta que te acomodas en el aeroplano.
Pude cojer esta foto desde el pasillo de embarque de la T-4, y días después mi madre tenía razón comentando que si alguna vez las torres de Chamartín eran atacadas por aviones, era porque los promotores lo habían puesto a huevo con la relativamente baja línea de cielo de Madrid.


Pero en ese corredor había otra cosa sorprendente que no me atreví a grabar ni fotografiar. Era de esas cosas que la marea mórbida y anónima que invade los espacios públicos como era el caso, se queda atónita sin interrumpir el paso -aunque a veces se ralentice, como con los accidentes de tráfico-. Se trataba de 5 o más musulmanes que rezaban sobre una alfombra colocada entre las dos filas de asientos de la sala de mi puerta de embarque. Lo hacían con un esmero desconocido. Para ellos no existían esos nervios que suelen jugar en todo viajero apresurado, y nada les impedía hacer esa segunda oración del día, la de media tarde. Luego, en Frankfurt, me daría cuenta de algo más sorprendente todavía: Un prayer room -con la cruz cristiana en la puerta, abierta- en el interior de los pasillos del aeropuerto.


Y como en los viajes se aprende muchísimo, también me di cuenta durante el vuelo de lo lejos que quedó aquello del tatarataratarataratarabuelo de Juan Carlos I, Felipe II, ''en mi Imperio nunca se pone el Sol''. No solo el cielo estaba algo nublado al volar sobre Aragón, despidiéndonos de esta comunidad con grandes vistas del Pirineo Oscense; es que encima de Madrid a Pirineos, en un avión, se pasa en el tiempo que coge leer una carta del Director de EL MUNDO a la vez que se escucha lo último de Michael Jackson.


El primer día, después de mi reencuentro con los Schnitzien, esas tostaditas sin tostar listas para consumir por la mañana, al mediodía y por la tarde, Anette y yo salimos para dar un paseo por los bosques frondosos y cuadriculados del Westerwald Neuwiediano; o de Altenkirchen, porque la verdad es que al enterarme yo de que Rodenbach confinaba con los tres Kreis de Reinania, esos bosques podían pertenecer a Dios sabe a qué tierras. Numerosos troncos caidos en el suelo daban una imagen de ese vendaval que se fue originando en el norte de Europa y arrastrando estragos al sur europeo.

El segundo día, el martes, fuimos a casa de Sonia, amiga íntima de Anette y resdidente en su anhelada tierra, el Mainz y sus arrabales toscanos y vinícolas. Mientras Erwin asistía a su seminario en una guardería rodeado de mujeres, la amiga y yo nos aprestamos a entrar en casa de Sonia -tremendamente parecida a Kate, una de las americanas que nos visitó el año pasado- y encontrarnos con sus hijos, con los que pude jugar al juego del Gepäckt en su cama y conversar en alemán básico. -Spanien ist ein schön Land; wie alt bist du, Rafa? wo wohnst du?- un alemán básico por mi nivel y por la edad de los chavales, aunque luego Sonia despejaría mis dudas y me haría darme cuenta de que mi nivel de alemán ya se va acercando al que tengo sobre el francés, es decir, entender entiendo algo, hablar puedo para defenderme, y en vocabulario me hace falta una buena dosis intensiva.


Salimos de casa, después de tomar mis primeros huevos de Pascua -huevos crudos, y no de chocolate o de madera (como los del costurero de mi madre), como yo imaginaba- y condujimos hacia Oppenheim, que cuenta con una preciosa Catedral de color rosa con figuras de animales góticas al estilo de El Jorobado de Notredam, la Catedral de Saint Catherine, al fondo de la foto.


Aparentemenre Oppenheim es como cualquier otro pueblo alemán, irlandés, danés o bretón sin importancia, pero realmente había cosas interesantes ahí. Si en Linz pude comprobar, en agosto pasado, la crueldad de los pasadizos torturadores, en este nuevo pueblo quedé realmente impresionado -y frustrado, puesto que en Semana Santa no estaba disponible- con toda una red subterránea por donde, en tiempos de II Guerra Mundial, los vecinos de la ciudad huían al margen de las reglas de juego de la superficie, compartiendo momentos y carreras con las ratas de la ciudad. Algo más arriba, en el típico monte que preside cualquier pueblucho germano, se levantaba un palacete en ruinas que mucho me recordó a El Álamo de San Antonio, y donde dejé una curiosa firma (con lápiz de IKEA: VIVA ESPAÑA, 18-3-2008) en la columna de un arco que parecía sostener también la única habitación con techo del monumento.


Ya el miércoles, por fin, pude quedar con los retoños de Dieter y Rita, que en alemán hacen una bonita pareja muy rítmica, y por tanto con Eva, que ya la echaba de menos. Mucho más cuando me di cuenta que fue ella quien nos llamó el lunes para poder quedar y Anette le dijo que ya habíamos concertado una cita con Sonia. Ese día fuimos a los Karts, donde le encargué que nos hiciera fotos y no expresamente a mí sino a todos los corredores: ''not only to me, but to everybody''. Evidentemente el que estuviera cansada de ver tanto a su familia no fue el motivo por el que me hizo todas las fotos a mí cada vez que pasaba por debajo del puente. Tampoco quiso sacarme instantáneas sólo a mí por el hecho de que estuviera haciendo una buena carrera, ya que hice bastante el ridículo, dando una imagen fatal de lo español en el mundo del motor, y amargándome cada vez que el mecánico del taller, algo estúpido -un schwetzar- me decía: ''Alonso, has hecho una buena carrera'' con el mismo tono simpático que un papá le dice al hijo que mañana vienen los Reyes Magos. No le faltaban razones al señor, puesto que en 20 minutos hice 39 vueltas, 4 menos que Christian (43), Nico (42), Erwin (42), Dieter (41) y yo. Quiere decir que cada uno de ellos me dio al menos 2 vueltas, dos adelantamientos por cada uno de mis contrincantes, todos ellos por la misma recta que pasaba por debajo del puente y en donde estaba situada mi amada fotógrafa. Un ridículo garrafal, vaya.


Una de las causas del sonado fracaso, sin que suene a protesta infantil, fue que el señor mecánico, para desesperación de Erwin, se pasó media hora contándonos las reglas -sus reglas, debería decir- para competir en su tan preciado circuito sin premio pero con podio. Todo tuvo que ver con la banderita azul de los cojones. En fin, un rollo, y de no ser por la presencia de Eva, no habría tenido fuerzas para aguantar esas 39 vueltas con el volante más duro que el de uno de esos trailers lumínicos que estampan las carreteras del sureste francés.

Ya luego volvíamos a Löhe, a casa de los Germscheid, para jugar al Monopoly y pedir unas pizzas mientras tanto. O al revés. O ninguna de las dos cosas, porque también escuchábamos música en la tele, vigilábamos que Henry no cazara el cochecito del tablero y sobre todo hicimos fotos y cada uno se levantaba cuando le apetecía, quedándose sin el esencial derecho a la compra de calles, base capitalista del juego.



El jueves era un día para compartir con Erwin y Anette. Acompañé a Anette al Hospital de Hachenbug, la villa de la cerveza de Kreis Westerwald, y en una de las pocas piscinas cubiertas de la región, calentita -Anette decía que se trataba de una temperatura climatizada para los rehabilitados del centro, yo creía que se debía más bien al meado de los niños- como ninguna, hicimos ejercicio con Charlotte y sus primeras brazadas se consumaron con la ayuda de una instructora que no paraba de dar masajes, vueltas ni de darle a la batuta con muchos cánticos parvularios para animar el ambiente, que rodeaba a una piscina que, con la decoración de un hospital y el tamaño de los bebés, parecía más bien una piscifactoría.



Como buenos cristianos, los Germscheid me convidaron el viernes a desayunar con los habituales schnitzien pero con un ingrediente especial: el huevo de pascua. Es un huevo que se come el Domingo de Resurreción pero, como no iba a estar ahí ese día, decidieron celebrarlo conmigo el viernes por la mañana. Además, también un conejo de chocolate milka me esperaba encima de la mesa. Ahí descubrí lo gratificante que resulta comer un chocolate con forma de animal feliz. Ya entiendo la fascinación por los caganés catalanes.



Con estos huevos, además de entretenerme mucho en pelarlos, jugué a una popular batallita con Erwin. El juego consistía en una particular lucha al desempate entre el portador de un huevo y su adversario, que tiene que darle con una de las puntas para intentar cascarle el huevo al otro sin perjudicar al suyo propio. Iba por turnos y naturalmente el desempate, así como la revancha, estaba servida. Erwin me ganó el jueves y yo a él el viernes. En julio veremos si todavía venden esos huevos, para el desempate. Si no, tocará cocer huevos comprados en Lidl.



Por fin el viernes volvía a España, así que Erwin se ocupó de llevarme -con una tormenta de nieve increíble, con la que pensé que nunca podríamos despegar- a Montbauer (monte del granjero, según su nombre) donde cojería el tren ICE, algo parecido al AVE pero mucho más común allí, que es el tren de alta velocidad, aunque algo más caro que aquí. Como predije con la Ley de Murphy en la mano, al no pedirme el ticket a la ida, tenían que pedírmelo a la vuelta, y la revisora me lo demandó sin mayor problema. Vamos, que en esta vida, la ida o la vuelta pueden salirte gratis, pero nunca sabes en cuál pueden pillarte. Una vez en Frankfurt cojí el shuttle para llegar a la Terminal 2, y dado que es de los aeropuertos más grandes de Europa, esperé hasta el último momento pensando que podría comprar los regalitos en el Duty Free después del control de seguridad, aunque para mi asombro había un control por cada 4 puertas de embarque, de lo grande que era. Así que me lancé a entrar, desgajándome de todo lo que llevaba en los bolsillos, el cinturón, las maletas, el reloj, llavero, etc.

Cuando empecé a cargar de nuevo con todo, la señora me dijo en alemán que llevaba una botella en la maleta de mano. Yo entendí su advertencia como una pregunta, y le dije que no, que no llevaba líquido. De nuevo la señora, gorda, con gafas, bárbara, de pelo teñido, pintada y de sonrisa presuntuosa, con gestos de autoridad me dijo que sí, ''Doch'', que llevaba una botella en la maleta, esta vez en inglés. Fue entonces, como en otras ocasiones anteriores durante la semana, cuando noté que mi nivel de alemán no era tan bueno como yo esperaba, y encima con la vergüenza de darme cuenta de que sí, de que llevaba una botella de litro y medio de agua sin gas que me había metido Anette para no pasarlo mal durante el viaje, me derrumbé algo más. Ella, cuando terminé de sacar la botella, me dijo que sólo se podía portar botellas de menos de 100 cl. Le dije que para venir a Alemania llevé conmigo una botella de Licor 43 de un litro, además de un bote de aceite de oliva. Me ignoró puntualizando que la cantidad de líquido que yo llevaba era 10.5 veces superior a la permitida, con una sonrisa presuntuosa bastante más forzada y mirando a su compañera, la de la pantalla de ordenador, buscando una risa gratuita a su precisión. Volví a insistirle, algo cabreado y nervioso, que sabía lo que llevaba, pero que no era la primera vez dentro de la Unión Europea. Entonces cojió la botella sin escuchar, y en alemán me dijo que podía optar a bebérmela o a tirarla al cubo de la basura que tenía a su lado. Se la pedí y di gracias a Dios de tener sed en ese momento porque me la bebí entera, litro y medio, con apenas 5 interrupciones para coger aire. Oí que su compañera, cuando llevaba la botella bebida por la mitad, le preguntaba: ''war sie ganz voll?''-''estaba llena del todo?'' y mi interpeladora respondía con un rencoroso ''sí'' mirando al techo, distanciado en unos 8 metros del suelo. Cuando llevaba 3 cuartos de la botella bebida, la alguacil me soltó con una sonrisa, esta vez más maternal, que no tenía que bebérmela entera, y yo le respondí ''I like water''. Posteriormente me hizo el gesto de estar embarazada, refiriéndose claro está a mí, a lo que contesté con un ''bierbauch'' (barriga cervecera) que Erwin me había enseñado de camino a Montbauer. Ella hizo ademán de no interesarle mi dilatado conocimiento de palabras raras para momentos extraños, pero su sonrisa era inapagable. Acabé con la botella y me despedí de ella recomendándole a otro español que pasaba por la cinta que se bebiera la botella suya que acababan de confiscarle, poniéndole como ejemplo mi caso. Él se sumó a mi carcajada y la controladora se quedó prácticamente sin palabras.

Una vez en la sala de embarque, me pasó algo que ya me había pasado en algunos trayectos de AVE, y fue el ver a una famila española, y dos chavalas concretamente, que se percataron al igual que yo de la nueva coincidencia, que había estado en la ida Madrid-Frankfurt.

Subí al avión y tomé asiento en el 21-J, pasillo. Instantes después llegó un grupito de 4 mujeres bastante guapas y bien hechas, vamos, que estaban muy buenas, y una de ellas me preguntó, con Die Zeit bajo un brazo: 'Entschuldigung, sprichst du deutsche?'' (perdona, hablas alemán?) En ese momento de hipnotización ante dos cuerpos que eran una belleza, tenía dos opciones, o decir que no o decir que sí arriesgándome a que no me entendieran y tirar para el inglés, algo que me hubiera dejado de bajona, directamente. ''Ja, ein bisschen'' (si, un poco). Ellas se rieron repitiendo lo de bisschen, supongo que lo pronuncié mal, y siguió la morena: ''so, ist keine Problem wenn weschel wir den Flugkarte, wir sind in einen Gruppe, so...'' Me dio tiempo a coger 3 palabras claves: Problem, Flugkarte (con la ayuda del billete de avión de su compañera siéndome mostrado) y Gruppe. Estaba claro, querían cambiarme la plaza porque de lo contrario viajarían separadas. Les dije que sí, que Kein Problem, que les daría mi billete, y con los nervios me salió el bonotransportes de la Comunidad de Madrid, y una de las compis se rió con ganas.

Hubiera estado bien haber caido juntos, todo podría haber pasado. De todas formas, y aunque lo pasé verdaderamente mal al levantarme un par de veces casi seguidas a evacuar los estragos de la botella de litro y medio, los diálogos con esas chicas y con Sonia me han abierto las puertas, con 20 años, a la posibilidad de conocer una nueva lengua y hablarla, quien sabe, fluidamente dentro de poco. Repetiré este verano, además, tengo una deuda pendiente en Löhe.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Falete soy puga y te tengo que decir que me parece que has puestos unos colores muy mariconas para la web, lo de los karts sin comentarios.

Vergüenza de tus hijos.....

Falete dijo...

AAAAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJ eres un puto crack. A mí me gusta la democracia, los orgasmos democraticos, y por tanto como 3 personas han votado por el rosa, el rosa es el nuevo color.
Haber tu votao otro, decirle al paco que votara lo mismo y hubieseis empatado XD.

Que tu hubieras arreglao la cosa con los karts... mejor me callo; demasiado amariconado con el ''A tu lado.''

Anónimo dijo...

Perdona que entre así, sin avisar y no quiero ofenderte, porque me pareces muy simpático,pero un estudiante de periodismo... ¡creo que debes revisar la ortografía de tu versión de "oscense" que,que yo sepa deja la "H" fuera y coger que siempre ha sido escrita con "G"!...
XS

Falete dijo...

Muchas gracias!!

Si te digo la verdad, pensé en meterme en www.rae.es con lo de 'oscense', para comprobar (como siempre hago con aquellas palabras con las que dudo) si estaba bien dicho. Pero estaba tan hasta el moño de la que es, en estos 13 meses de blog, la más larga entrada jamás escrita, que seguí para delante con la 'lógica' de que Huesca se escribe con H.

Lo de coger, lo admito, peco sin darme cuenta.

De nuevo gracias por entrar, por comentar (y llamarme simpático) y por ser un excelente gatekeeper. saludos.

Anónimo dijo...

Bitte! ich wünsche Dir Alles Gute!
XS

Falete dijo...

Danke schön, im Übrigen, wer bist du?

ChusdB dijo...

xs