miércoles, 6 de octubre de 2010

MATAR A UN GUSANO

Matar a un gusano es como vengarse antes de llegar al ataúd. Es iniciar esta guerra sin cuartel que es la vida. Hacerlo en la cocina es aún más cínico, porque si el animalito no es comido parece que matamos por matar. Pero hoy he querido hacer un experimento, y como he visto que una larva blanca con cabeza amarilla y puntitos negros se acercaba al fuego, no he hecho otra cosa que apartar la olla, coger al pobre inocente y posarlo sobre la cocina. El intruso blanquecino ha empezado a moverse 10 veces más rápido de lo normal, a retorcerse, girarse, y todo eso en silencio, sin decir ni mú. Después de cuatro segundos exactos, el insecto se ha paralizado, estirado y con el vientre (o el lomo, quién sabe si ha muerto bocabajo o boca arriba) quemado.
Todo esto me ha impresionado mucho y de repente se me ha pasado por la cabeza La metamorfosis de Franz Kafka y me he preguntado si no sería el gusano la reencarnación de alguien salvaje... pero no tan salvaje como yo.

1 comentario:

Mercedes Pajarón dijo...

Sé que todos los bichos merecen vivir...menos los gusanos. No hay nada más asqueroso, vamos, es que ni una rata.

Como ves, me he quedado en la superficie de tu entrada...¿Debería hacer quizás una doble lectura? Tratándose de ti, con ese cerebrazo tuyo, seguro que sí!

Un beso no preocupado!
(lo del beso preocupado de tu otra entrada era por la niña de Rajoy, pensando que no la casaríamos si no se ponía más atractiva, je, je, je)