Haciendo más caso a los consejos de A. Arroyo -una movilización así no se repetirá en Madrid hasta dentro de 100 años- que a mis ganas de salir de casa, que por cierto eran muy pocas, y consciente de que tenía que hacer algo de ejercicio para combatir el sedentarismo, hoy me he levantado, pero no contra los franceses, sino de la cama, he comido y acto seguido he quedado en Génova con Carla.
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En el Centro Fernando Fernán-Gómez, y digo centro porque ahora mismo no sé si es un teatro o un museo, hemos bajado las escaleras que nos llevaban a los bajos de la Plaza de Colón, una sala oscura y fría para conservar los cuadros y... ¡sorpresa! pillé a 3 suboficiales franceses cuchicheando en una de las esquinas de la exposición, escondiéndome tras un cañón del Imperio napoleónico que alguna vez fue usado y ahora quedaba disecado, repintado o al menos inutilizado.
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La nota curiosa del día fue que en la Feria del Libro varios tenderetes vendían el Corán, más o menos al mismo precio, pero que cuanto más nos acercábamos a Cibeles, más barato se ponía el librito. Bueno, esa nota dentro de la misma partitura donde Aguirre y Rajoy plasmaban dos realidades -relegando a un ansioso Di Stefano por encontrar interlocutor alguno a un segundo plano- sin contar siquiera con la especulación sobre la crisis del PP:
-finalmente ha quedado demostrado que los grandes personajes son sólo grandes cuando fallecen.
-Realmente los medios de comunicación tienen una capacidad espeluznante para desviar la atención y generar opinión pública.
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