Siglos después de que el séquito de Colón pusiera un pie en el continente americano, un servidor madrugó un domingo para marchar a Tremblant, un pueblo al norte de Montreal, donde todo son montes bajos y anchos cubiertos de una manta blanca que permanece gustosamente durante 6 meses del año.
Apunto estuve de quedarme sin esquiar cuando el dependiente de la tienda de esquís, al que encanté de algún modo, me dijo que no podía pagar el alquiler con una tarjeta de crédito que no estaba a mi nombre (sino al de mi madre). La que tuve que montar por llamar a mis padres se vio recompensada con la salida ansiosa de la cabaña y planchar una preciosa montaña que iba siempre acompañada de música, como la de los chicos de''In an island on the Sun'' y las peripecias de varios esquiadores.
No hay más que ver las lenguas blancas que caen de la cima, como un traje de flecos de feria que le hubieran puesto a un volcán muerto. No cuento más, sólo recomendaros que si alguien quiere ir algún día, se ponga 2 capas de calcetines, si no quiere tomar un chocolate o cualquier cosa con tal de refugiarse en el caserío cada bajada del monte.
Por la noche, otro susto. El hambre de no haber comido en todo el día se vio sustituida por el miedo de que no viniera ningún autobús para llevarme a Berri-Uqam, en Montreal, hasta que a las 9 de la noche, cuando parecía que todos los domingueros se acostaban ya, un autocar que a mí me pareció de Harry Potter (por la repentina aparición y el hecho de que sólo yo y otro pasajero subiéramos, sufragando la milagrosa frecuencia de paso) paró frente al hotel donde me habían prestado el teléfono para preguntar.
Así que, aseguraos también los bocatas y billetes de vuelta cerrados.
3 comentarios:
Ja, ja,¡qué forma de contarlo tan graciosa! Yo también escribí este año,a propósito de un tema "algo similar"... ¡pero de una forma más sensual!
Pues...sí. ¿Sabes que casi todo lo que escribes en tu comentario lo pensé así? ¡Por suerte hay personas,como tú que pueden leer entre líneas! un saludo, XS
jeje gracias XS, me encanta (¿a quién no?) que me digan cosas bonitas!
Y lo que digo yo de los alienígenas no es la verdad pura, ni la razón más absoluta, pero sí lo más logico, digo yo...
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