jueves, 27 de mayo de 2010

SU DISTINGUIDA SEÑORÍA

Dicen que ha sido sólo por un voto y todos los medios han coreado ''mariquita el último'' para sensacionalizar y hacer como si el fenómeno fuera algo nuevo en la Historia reciente de España, cuando en realidad no deja de repetirse con Zapatero en el Gobierno. Las votaciones que salva el Ejecutivo in extremis se dan con bastante frecuencia y sin embargo lo de hoy ha sido un ''Ohhh Gobierno noqueado'', ''ohhhh, gobierno aislado'' por todas las páginas, las mismas máximas que vengo escuchando desde el verano de 2008. Puedo asegurarlo, yo que tengo la mala costumbre de leer los periódicos con un año de retraso.

Pero hoy voy a hacer una exégesis del dato en cuestión. Un diputado. Un sólo voto. Con la cantidad de inútiles disfuncionales que copan el Congreso, duele pensar que cualquiera de ellos pueda alzarse como protagonista, pueda sentirse responsable último de la gloriosa aprobación del ilustre recorte (ajuste se empeña en llamarlo la izquierda) del gasto, cosa necesaria, por otra parte, aunque matizable según qué partida.

Por fin, el Gobierno se ha dado cuenta de que en un hogar en el que la productividad de sus miembros es negativa y en el que el (o la) cabeza de familia tiene más pasivos que activos, no se puede tirar más de chequera. Ahora es la gente la que tiene que darse cuenta de que es mentira que el gesto de hoy de Zapatero fuera de cansancio o apuro, acaso congoja. Es su cara de circunstancias de siempre. La cara de ''estamos pasando momentos duros''. Porque lo de hoy ha sido un acto más de esta obra de teatro, Piel de toro, que tiene al público tan encandilado y distraído. Ese único voto no es más que la última croqueta que dejamos en el bar, o la aceituna de la vergüenza. Puro protocolo para consumar una buena estrategia.

lunes, 24 de mayo de 2010

ANDRÉS PAJARES LEE 'EL MUNDO'

Nunca pensé en escribir entradas sobre temas de corazón, y ésta no es una de ellas. Sólo quiero decir que me ha sorprendido ver hoy a Andrés Pajares, subiendo por la Plaza San Juan de la Cruz en dirección a la avenida Ríos Rosas, con un ejemplar de El Mundo entre sus manos -concretamente estaba devorando la columna de Fernando Sánchez Dragó- y ataviado de tal manera que a la legua podría haberle distinguido. De abajo arriba, unas zapatillas deportivas de las de jugar al tenis; unos chinos beige con cinturón bien abrochado por las caderas, una camisa rosa para el calorcito y unas gafas de sol sobre las cuales daba sombra un pelo anaranjado de esos que te dan fama de ginger.

Sí. El protagonista de Cristóbal Colón, de oficio descubridor sujetaba esta mañana un ejemplar de El Mundo en sus manos. Sin ánimo de hacer publicidad, háganse señores con este periódico todos los días. Andrés Pajares lo hace.

domingo, 23 de mayo de 2010

EL CONCEPTO DE ''CURVA RECTA''

Cuando uno cambia de vida, o de lugar, o de pareja, o de amigos o de supermercado incluso, vulgo ''empieza de cero'', se enfrenta a un reto aparentemente oculto pero bien importante: saber sobrellevar la curva recta. Este pequeño tramo, trayecto de todas las desventuras de los valientes, está arriba encerrado en un cuadro verde.

Se trata de un corto vericueto delicado en el que el protagonista debe saber aguantar con tesón y paciencia, siempre aderezados de perspicacia y dos mijitas de orgullo. Yo he puesto el ejemplo de una más que factible salida de España en mi caso, pero llamemos a España ''A'' y a Fuera de España ''B''.

Así comienza el proceso: el sujeto ve impotente cómo la curva de la felicidad personal (en rojo) llega a límites de ultratumba. Observa que, como diría con gracejo el profesor Pedro García Alonso, ''la economía del país pronto va a pasar de ser sumergida a submarina'', y no le queda otra salida honorable que la mudanza. Decide abandonar A, y cuando llega a B se encuentra con que todo le choca, todo le es distinto pero a la vez agradable, porque las malas costumbres han desaparecido y eso ya se aprecia al llegar al aeropuerto de destino. Se ilusiona y, como en un rebote técnico de bolsa, la curva empieza a subir. Pero... algo falla. La recta no deja de ser horizontal. Caminante no hay camino... Enciéndeme una linterna para andar. Está confundido, bien porque tenía altas expectativas, bien porque aún retumban en sus oídos los últimos coletazos de la incoherencia y la enajenación social.

Bah... tan sólo es el comienzo, se dice. Empieza a conocer gente, le abren la puerta por doquier, sabe manejarse, aprende la lengua; y así poco a poco va alegrándose cada vez más de haber mudado no sólo los muebles sino también la piel de una vida peor. Y entonces aparece la curva recta. La felicidad no sale a reflotar de un día para otro, y uno debe saber mantener la compostura. Hay que echarle semanas y meses para calibrar y certificar que, en efecto, con la nueva vida, el déficit se disfraza poco a poco de superávit.

viernes, 21 de mayo de 2010

DE LA EMOCIÓN QUE UNO SIENTE AL EMPRENDER UNA MARCHA DE LONGITUD DESCONOCIDA

Tours, Francia, 9 de mayo de 2010

No paro de culturizarme. Ahora sé lo que pasa cuando a uno le cancelan un vuelo con motivo de una nube de cenizas: te dan a elegir entre otros destinos. Incluso si se trata de Ryanair, de un capital humano tan destartalado. El 9 de mayo de 2010 elegí Tours, por su proximidad con Orleans, donde vive mi hermano.

Aterrizar en Tours es muy agradable. El aeropuerto, implantado en un valle muy verde y caluroso, tiene el tamaño de un concesionario de coches usados. Como tal, encontrar un cajero automático en su interior es imposible, y aquí la tragedia griega de mi odisea: con tanto desvío y cancelaciones, me quedaban dos euros. El autobús a Tours costaba cinco. Me dirigí a uno de los tres gendarmes que custodian el aeródromo y le pregunté. ''Quinze minutes à Tours''. Pero... ¿a pie? ''Ah bon, a pied? Ce sont deux heures au moins...''

De modo que me puse en marcha. Ahora GoogleEarth me dice que son 6,4 kilómetros los que me separaban de la Gare Central de trenes, pero entonces no lo sabía. Con la maleta al hombro, me adentré en la autovía. Seguí con mucho cuidado las señales de tráfico, y por cierto, no hay nada más desesperante que seguir señales de tráfico a pie, porque las ves desde lejos y, al repetirse dos o tres veces, el itinerario como que se te repite un poquito.

Cuando acabó la autovía había dos alternativas: autopista o carretera. No tenía otro remedio que coger la carretera, en la que, no sé por qué, me sentía mucho más seguro. Empezaba a ver la línea de cielo de Tours en lontananza, y, para mi grata sorpresa, el río Loira apareció en mi margen izquierda. Caudaloso como él mismo, al otro lado del asfalto se encontraba la abadía de Marmoutier, preciosa y desconocida. La estampa me recordó aquellas tardes de verano, frente al televisor, viendo el Tour de Francia, con el pelotón rodeando algún castillo olvidado.

Todo esto se añadía a mis infinitas reflexiones. Así, 6,4 kilómetros no son nada.

miércoles, 19 de mayo de 2010

EN INGLATERRA TAMBIÉN HAY CATETOS

Con frecuencia acusamos a Estados Unidos y a los americanos de ignorancia, de fomento del desdén y pérdida de noción cultural. Resumidamente, creemos que son simplemente estúpidos por colocar España en México, que a su vez no pasa de ser un país desértico en un lugar no muy lejos de las grandes pirámides, las de los marcianos.


He estado recorriendo Reino Unido durante la semana electoral del 6 de mayo y he dado buena cuenta de que este desconocimiento trasciende el mundo yankee, y de que ''en Inglaterra también hay catetos''. Paseo por Bristol y paro a un hombre joven para que me haga una foto frente a un cartel electoral del candidato conservador, David Cameron. Me pregunta de dónde soy, supongo que para dar distensión a la situación. Le digo que de España y me dice, sonriente, que él ha estado allí tres años. Le pregunto dónde y me dice que en Bueis Aes. ¿Perdón? ''Buenos Aires''. Yo, sin borrar mi sonrisa, que también la tenía, le digo que eso está en Argentina, y él asiente, pensando: ''eso, tío, ahí, pero tampoco me pidas exactitud en una situación como ésta...''

Llego al pueblo de Bath por la noche, y me dirijo a la sala de estar, donde está la tele y donde espero con ansia el resultado electoral. Cuatro ingleses yacían impasibles: vivían las elecciones como un partido de octavos, como una clasificación de Operación Triunfo, como la nominación de los candidatos de La Isla de los Famosos...

Un broker con botines de montañismo y su portátil pegado a las rodillas me decía que las elecciones no eran importantes, que ''la vida la manejan los mercados'', y que da igual quién sea el ganador. Le digo si tiene en cuenta que los laboristas llevan 13 años en el poder. Me responde que sí, pero retorciendo los labios en señal de desdén y alzando sus palmas. Yo le respondo que en España las elecciones se viven casi como una final, y entonces se interesa por mi país: ''¿Había democracia antes de que llegara Franco, el dictador que murió en 1973?'' Le digo que sí, aunque no tengo ganas de matizar las andanadas caciquiles de la Restauración. Pero él tiene la misma cara de indiferencia que había adoptado desde que le dije que esperaba efusivamente el comienzo del programa especial de las elecciones, que empezaba a las 22.00.

Calma chicha en la sala. Los cuatro personajes se declaraban laboristas: un negro rapero de Londres, el broker, un hombre con camisa que cambiaba el sofá por una silla y cuyo inglés era el más ininteligible y un señor que bebía una especie de jarabe para acompañar un plato combinado de arroz y ternera. Y yo sin una puñetera libra. Ni tan siquiera un cuarto de libra.

sábado, 15 de mayo de 2010

EL TELÉFONO DE ZAPATERO

Si algo ha caracterizado a todos los presidentes de la Democracia es que no hablaban inglés. Aznar lo intentó, incluso lo logró, pero con la chuleta por delante y a un nivel poligonero. Esta semana, en la que Zapatero ''ha hablado por teléfono'' con Obama y Cameron, me ha surgido la duda de cómo se desarrollan exactamente esas charlas, dado que el nivel de español de unos es pobre y el inglés del otro, miserable.

''Obama telefonea a Zapatero y le urge a arreglar su política económica'', leo en un periódico. No contengo la risa. Me imagino a Obama, gritando como si estuviera jugando un partido de baloncesto, pidiéndole a Zapatero que reduzca el déficit. Y a nuestro presidente le oigo, con la mano temblándole: ''Hablo en español''.

Ayer habló con David Cameron, nuevo premier de Reino Unido. Dice la prensa que ya le había enviado un telegrama de felicitación el día de su nombramiento. ¿De verdad se lo había enviado él, sus 77 asesores o uno de sus muchos secretarios?

Propongo a los medios de comunicación que cambien su forma de contar el desarrollo de los protocolos presidenciales. Suena tan cursi, tan increíble, que no pega.

jueves, 13 de mayo de 2010

COMO DEBE SER

Tengo que aplaudir al Gobierno. Inesperadamente, ha hecho las cosas como debe ser. Sí, la mayoría le tacha de antisocial, incumplidor, improvisador y se acusa a Zapatero de tardar. Pero en política, como en todo lo demás, más vale tarde que nunca.

Era necesario reducir el gasto público, algo que se le ha venido pidiendo desde lejos. Y el gasto público, para aparente desconocimiento de los sindicatos, sólo se puede reducir cerrando el grifo del derroche. España, en burocracia, es la alegoría del derroche, una auténtica catarata de dispendio público sin visos de sequía. La pena es que el Gobierno se ha quedado corto, porque esos más de tres millones de funcionarios tienen unas nóminas insostenibles para un Estado que no es rico.

¿Huelga General? No tiene pinta. Todavía hay que ver qué pinta tiene el decreto, pero todo parece indicar que los sindicatos se manifestarán a lo sumo el próximo domingo soleado -no parece éste- como ya han hecho otras veces, con 5.000 o 10.000 personas, todos afiliados, para cumplir.

miércoles, 5 de mayo de 2010

CRISE NOSTRUM

No me gustaría estar ahora en Grecia. He visto algunas fotos en las que se ven auténticas salvajadas, como la de un policía antidisturbios siendo perseguido por dos hombres de cromagnon. Nos parece extraño que Grecia pueda estar en el euro, pero aún lo es más que esté en la Unión Europea. El país heleno es el país de las huelgas generales. No funciona. Está todo colapsado y cercado por las llamas.

¿Por qué le cuesta tanto al pueblo entender que cuando no llegan ingresos a casa hay que apretarse el cinturón? ¡Ya, pero van contra los trabajadores! Por supuesto, la crisis va contra los cabezas de familia, nunca afecta ni a la abuela, ni al arrendador del piso. Es el inquilino el que tiene que moverse.
La respuesta es muy sencilla: muchos de los jóvenes que hoy han ido a apalear al antidisturbios disfrutan con toda seguridad de una plaza pública en la universidad, y a falta de entretenimiento, o para relajar tensiones ahora que estamos en exámenes, se han apuntado al bombardeo de la policía. Impotencia total.
Esta crisis es crise nostrum. Los afectados son los países del Mediterráneo: Portugal, Grecia, Italia y España. Los PIGS famosos. La I se la disputaron unos meses Irlanda e Italia, porque en realidad, el país que dirige Silvo Berlusconi, aún con la carestía de valores que aqueja a España, no tiene más de un 10% de paro, que ya es un escándalo allí.
De modo que tienen que llegar los alemanes, los franceses y los ingleses a salvarnos el culo, empezando por Grecia. Lo hacen a regañadientes porque saben que no es rentable ayudar económicamente a un país cuyos ciudadanos culpan de todo al capitalismo, ese sistema económico que precisamente permite a Alemania gozar de un saneamiento general de sus cuentas y dar el abrazo del oso a sus socios pobres en los momentos difíciles.

lunes, 3 de mayo de 2010

PAISAJES DE HOLGUÍN A CAMAGÜEY

El que piense que viajando de Holguín a Camagüey va a encontrarse con gasolineras cada cinco kilómetros, unas gasolineras con surtidos a tutti pleni y servicios más o menos exquisitos, está muy equivocado. El retrete de arriba es real, en una parada al borde de la carretera que une las dos ciudades. Sólo había visto una caseta así en la película Las colinas tienen ojos, pero en efecto existen.

Había pagado 30 CUC (25 euros) que entonces me parecieron una burrada, con la cosa de ahorrar, y que ahora me parecen una mierda teniendo en cuenta la distancia del recorrido. Además, ahora que estamos en mayo, no tiene precio recordar ese agosto de 2009 por la carretera nacional de Cuba, con sus vacas a los lados, el Sol apretando hasta bien entrada la tarde y escuchando a Alejandro Sanz en el Lada 1500 (rareza que tuviera reproductor de CDs; milagro que les gustara el cantante, tras varias horas de salsa).

Llegué a Camagüey, la ciudad más laberíntica que he conocido nunca. Dicen que la más confusa del planeta. Cuentan las lenguas pedigüeñas que todo se debió a los bucaneros ingleses que asaltaban la Cuba española, hecho que llevó a la Corona a hacer de Camagüey un auténtico laberinto de ratas. Incluso estos roedores son incapaces de vaticinar la lluvia. El 28 de agosto cayó sobre esta céntrica villa la peor tormenta que he visto en mi vida, con rayos golpeando el suelo a pocos metros de mí. Marisol, una panadera de libreta, me refugió en su establecimiento.

Luego tomó papel y lápiz y me dijo, sin ganas pero aún con una sonrisa: ''Escríbeme''. ''Tardará un mes por lo menos, y eso si no hay censura...'' repliqué, y antes de que terminara ella ya me estaba asintiendo con el puño bajo su barbilla, como una profesora de danza avanzada.

Le escribí en septiembre. Todavía no he tenido contestación.

domingo, 2 de mayo de 2010

EL AMOR EXTINTO

Con el amor o el desamor estamos condenados a sufrir. ¿Quién se cree afortunado/a por estar con una pareja que cree ideal? En realidad está muy equivocado/a. Tarde o temprano, todo caduca, y perder a alguien de quien se está profundamente enamorado/a es como una ducha helada al aire libre de Laponia.

Por otra parte, perder a alguien no tan deseado, al que se tuvo algún tiempo por ideal, sicalíptico y eterno, no duele tanto; pero nadie negará al viudo o la viuda que el dolor lo tuvo antes del sepelio: vivir con alguien a quien no amas y fingiendo que sí lo amas es muy triste, de esas tribulaciones silenciosas e insoportables.

Hay una vida intermedia, la de no amar ni querer ser amado. Ser huraño. Pero esto es mucho más triste, porque el protagonista en cuestión sólo mira atrás, a su infancia, y recuerda lo feliz que era sin preocuparse por cuál de los tres estados escogería en su futuro más próximo. Es el semáforo de la vida: rojo pasión, amarillo chillón o verde esperanza.

sábado, 1 de mayo de 2010

LA VIDA DEL MIGRANTE EN MADRID

¿Te suena su cara? ¿Demasiado común? ¿Demasiado lejana, la foto? Pues tú podrías ser el bebé, que ni se plantea en esos momentos que alguien, tan lejos, pueda estar viéndole; tampoco se plantea su futuro, porque la pobreza sólo ofrece un duro presente y dos tazas amargas de pasado.

Llevo dos meses viviendo en un piso con siete sudamericanos. Al llegar éramos en total nueve, pero uno tuvo que marcharse a Sevilla por falta de empleo en Madrid, dejando a su mujer sola. Teniendo en cuenta que tenemos un cuarto de baño para ocho, podemos considerar que el piso en cuestión es de los conocidos como 'patera'. La experiencia es cansina al principio, pero en pocas semanas me he acostumbrado a la aglomeración, y a las tres mesas de comedor: una por cada familia.

En dos meses ha pasado de todo, y todo bajo el manto de la imprevisibilidad. Aunque parezca que no, los sudamericanos llevan una vida frenética y los cambios en su vida se producen siempre de manera repentina. Da la sensación de que no hacen nada, de que están siempre metidos en casa por holgazanería, pero esta idea falsa se debe a dos motivos principales: mientras yo, españolito, duermo tranquilo, la mitad de ellos se van de casa a las seis de la mañana para buscarse las habichuelas; en segundo lugar, su ilegalidad: el estado de irregularidad de la mayoría les lleva a refugiarse en casa el tiempo que no pasan en el trabajo, y si han de planear una salida, nunca falta el corrillo para secretar: ''¿Y por allá pasa la policía?'' ''No, mhija, allá nunca molestan''. Claro está, me refiero a salidas urgentes, porque para los inmigrantes, las vacaciones casi no existen. Los inmigrantes, hasta donde yo sé, veranean en el salón todos los sábados, viendo una película con palomitas y refrescos.

El otro día, M. fue a Sevilla en AVE para visitar a su amado. Era la primera vez que cogía el tren de alta velocidad y lo más sorprendente: la primera vez que salía de la ciudad de Madrid en dos años. Me quedé mudo cuando me contó que se había embobado con los paisajes de España entre Madrid y Sevilla. Yo, que siempre me quedo mudo mirando por la ventanilla, sean dos o tres veces las que viaje en tren al mes, me había quedado perplejo ante la idea de que no saliera de la capital en 24 meses.

El marido de M. trabaja en Sevilla hasta no sabe cuándo, y M. se encuentra con el dilema, ahora, de si irse a Andalucía o no, puesto que el trabajo allí no lo tiene asegurado, mientras que aquí sí. Está al servicio, según dice, de una familia modélica, y cree que sería desagradecido decir adiós. Con esta premisa, M. cree que no se mudará a Sevilla hasta diciembre; y entre medias, pocos viajes al sur con un bolsillo que no da para mucho más.

La vida del inmigrante es doblemente dura porque nace con un doble objetivo, al contrario que los ciudadanos del primer mundo: el primero de ellos es salir de la miseria y estabilizar su vida, fundar una familia con esfuerzo. El segundo es perseguir la meta de cualquier persona: ser más y mejor dentro de las posibilidades y de una cierta dignidad.