''El todavía presidente''. Entre risa y carcajada, no he querido condenar al redactor de este subtitular. Esta vez, los de El Mundo han practicado la ''eufemística titular'' (para lo que son especialistas), olvidándose del protocolario tratamiento de ''presidente en funciones''.
Reflexiones generales, algunas en español sobre Alemania y el resto en alemán sobre España
domingo, 28 de noviembre de 2010
viernes, 26 de noviembre de 2010
LOS ESTEREOTIPOS DE HERGÉ
Hoy día se prohiben muchas cosas que décadas atrás eran norma general. Pero esto no es un aumento del intervencionismo, como muchos piensan, un intervencionismo estatal o universal. Éste es el resultado de un repunte de la corrección política, que alcanza como nunca casi todos los rincones del planeta. ''¿Por qué los blancos estáis tan acomplejados al llamar a los negros negritos?'', me preguntó una vez un buen amigo de la República Democrática del Congo. No se nos ha prohibido sólo esbozar un tipo de imagen o mantener una clase de comportamiento con aquél que R. Kapuszinsky llamaba El Otro, sino que también nos llevamos las manos a la cabeza con tal siquiera llamarle por su nombre.
Hergé era un maestro de la descripción. Más allá de ''Las aventuras de Tintín'', de que el perrito Milú hablara en algunos números y en otros sólo pensara, del tipo de misión o escenario, las historietas del gran dibujante belga encerraban un estereotipo de los personajes a los que trataba. En ''Tintín en el Congo'', por ejemplo, los negros tienen un perfil especial. Los labios, especialmente gruesos; los ojos juntos, gruesos y abiertos, con la mirada perdida; a todos les brillan los brazos, no sabemos si de sudor; y lo más interesante, algunos llevan zapatos, pero otros no.
Detalles por los que hoy este tipo de comics no recabaría en ningún caso la autorización del Ministerio, porque cualquier tontería se tomaría como discriminación.
Hergé era un maestro de la descripción. Más allá de ''Las aventuras de Tintín'', de que el perrito Milú hablara en algunos números y en otros sólo pensara, del tipo de misión o escenario, las historietas del gran dibujante belga encerraban un estereotipo de los personajes a los que trataba. En ''Tintín en el Congo'', por ejemplo, los negros tienen un perfil especial. Los labios, especialmente gruesos; los ojos juntos, gruesos y abiertos, con la mirada perdida; a todos les brillan los brazos, no sabemos si de sudor; y lo más interesante, algunos llevan zapatos, pero otros no.
Detalles por los que hoy este tipo de comics no recabaría en ningún caso la autorización del Ministerio, porque cualquier tontería se tomaría como discriminación.
martes, 23 de noviembre de 2010
jueves, 18 de noviembre de 2010
EL ARGUMENTO DEL SEÑOR SARMIENTO
Ha dicho hoy algo Zapatero que es importantísimo. Desde la tribuna del pleno monográfico que se celebra hoy sobre desempleo, el presidente le ha espetado a Rajoy que ''si se atribuye el 8% de paro en 2007, la tasa más baja de paro en toda la democracia, se atribuya también la burbuja inmobiliaria''. Dele la vuelta al argumento, señor Sarmiento. Si usted, señor Rodríguez Zapatero, se vanagloria de haber conseguido la tasa de paro más baja de la democracia en 2007, admita ser el primer responsable del 20% de paro acabando el año 2010.
martes, 16 de noviembre de 2010
PENÚLTIMAS VOLUNTADES
Jardines de la casa-museo de Pablo Neruda, Valparaíso/ Rafael González
La fugacidad de la vida se aprecia en el trato que uno mantiene con sus padres; o mejor dicho, en el trato que los padres mantienen con uno. También se vislumbra así el amor que irradia en ellos. ¿Qué llevo a Juan Ramón Jiménez a preocuparse con existencialismos que florecieron apenas de adolescente? ¿Por qué tan pronto relacionar el mar con la muerte?
En algunas ocasiones, mi padre ha llevado a cabo acciones que han revuelto mi fuero interno: ¿se está despidiendo, tan pronto? Favores que uno hace cuando envejece, supongo, cuando ve que sus hijos están en una flor de la vida que aún no ha dejado de ser capullo.
Lo mismo con mi madre. Hace poco, sin ir más lejos, me confesó qué pensaba hacer con su herencia para cuando desapareciera. Aunque sabes que la ley natural aún no les toca, ciertamente te entran remordimientos. Llegas a sentirte hasta culpable.
La fugacidad de la vida se aprecia en el trato que uno mantiene con sus padres; o mejor dicho, en el trato que los padres mantienen con uno. También se vislumbra así el amor que irradia en ellos. ¿Qué llevo a Juan Ramón Jiménez a preocuparse con existencialismos que florecieron apenas de adolescente? ¿Por qué tan pronto relacionar el mar con la muerte?
En algunas ocasiones, mi padre ha llevado a cabo acciones que han revuelto mi fuero interno: ¿se está despidiendo, tan pronto? Favores que uno hace cuando envejece, supongo, cuando ve que sus hijos están en una flor de la vida que aún no ha dejado de ser capullo.
Lo mismo con mi madre. Hace poco, sin ir más lejos, me confesó qué pensaba hacer con su herencia para cuando desapareciera. Aunque sabes que la ley natural aún no les toca, ciertamente te entran remordimientos. Llegas a sentirte hasta culpable.
lunes, 8 de noviembre de 2010
PERSONAJES (I)
A los tres días de que nombraran ministra de Asuntos Exteriores a Trinidad Jiménez emprendí un viaje a Sudamérica que me llevó por Chile y Argentina, escala en Perú. Ya estoy de vuelta y llego a la conclusión, mirando por el retrovisor, de que estas tres semanas he pateado más mundo que Jiménez, que ahora está por Bolivia.
Y no sólo mundo. También he pateado, en el buen sentido del término, personas. He conocido a gente increíble, me han contado cosas sorprendentes y he descubierto zonas de conversación dignas de puro y copa. En un restaurante de Viña del Mar (Chile) con vistas al Océano Pacífico me tocó compartir mesa con una pareja de brasileños que viajaban en mi mismo autobús. El marido, con un perfecto español, me matizó para cortar el hielo que es una mentira aquello de que Dilma Roussef sea la primera gobernadora de Brasil, pues ya hubo una, la princesa Isabel. Entonces, me enteré de que Brasil había sido alguna vez un reino. Y lo más fuerte es que, después de un monólogo de 10 minutos, aburriendo ya a los mexicanos de enfrente, el comensal carioca se declaró monárquico (aunque él decía monarquista). La razón de su ideología para el modelo de Gobierno es la misma que aducimos en España: que la República sólo trajo el desastre.
Hubo más gente interesante. En un microbús que nos llevaba a Los Andes no éramos más de 20, pero dos galeses coincidieron con un palestino con el que habían compartido crucero una semana antes en el Caribe. Increíble. Yo que tardo 14 horas en avión de España a Chile, con una Sudamérica vasta como ella sola, y estas tres personas vuelven a toparse en su camino. Esto nos demuestra que nunca estamos exentos de nadie, en ningún sitio.
Uno de mis primeros días en Santiago de Chile mi padre y yo fuimos a comprar fruta a unos grandes almacenes. En el autobús que nos llevaba al comercio, un señor nos interpeló con sonrisa en boca. Era un chileno con pintas de europeo que decía ser descendiente de vascos. Nos contó que su padre había emigrado a Chile a principios del siglo XX, y quiso saber por qué mi padre estaba tan empecinado en quedarse ahí a vivir su jubilación. Cuando mi padre especificó sus razones, el criollo nos espetó: pero Rajoy tampoco lo va a hacer mejor, ¿no?
Me quedé atónito. Saben hasta del silencio personificado.
En Buenos Aires la impresión fue confusa. La gente es de otro palo, pero muy parecida a los españoles. Probablemente los que más españolizados están en Sudamérica, con el aliciente de que casi todos tienen aspecto ibérico. Quizá son algo más elegantes y mucho más serviles. Esperaba yo que la educación era überall, o sea partout, pero no fue así. Un domingo cogimos un tren a Tigre, y a la vuelta dos personas pusieron sus móviles con música y sin auriculares. Un viajero se quedó mirando a uno de estos gorilas maleducados, quien, enfadado, le devolvió la mirada: ''¿Qué miras?'' Izó el puño: ''¿A que te lo boto a la cara?''. Le dio un puñetazo en la cara, pero no sangró, a diferencia de las películas americanas.
Y no sólo mundo. También he pateado, en el buen sentido del término, personas. He conocido a gente increíble, me han contado cosas sorprendentes y he descubierto zonas de conversación dignas de puro y copa. En un restaurante de Viña del Mar (Chile) con vistas al Océano Pacífico me tocó compartir mesa con una pareja de brasileños que viajaban en mi mismo autobús. El marido, con un perfecto español, me matizó para cortar el hielo que es una mentira aquello de que Dilma Roussef sea la primera gobernadora de Brasil, pues ya hubo una, la princesa Isabel. Entonces, me enteré de que Brasil había sido alguna vez un reino. Y lo más fuerte es que, después de un monólogo de 10 minutos, aburriendo ya a los mexicanos de enfrente, el comensal carioca se declaró monárquico (aunque él decía monarquista). La razón de su ideología para el modelo de Gobierno es la misma que aducimos en España: que la República sólo trajo el desastre.
Hubo más gente interesante. En un microbús que nos llevaba a Los Andes no éramos más de 20, pero dos galeses coincidieron con un palestino con el que habían compartido crucero una semana antes en el Caribe. Increíble. Yo que tardo 14 horas en avión de España a Chile, con una Sudamérica vasta como ella sola, y estas tres personas vuelven a toparse en su camino. Esto nos demuestra que nunca estamos exentos de nadie, en ningún sitio.
Uno de mis primeros días en Santiago de Chile mi padre y yo fuimos a comprar fruta a unos grandes almacenes. En el autobús que nos llevaba al comercio, un señor nos interpeló con sonrisa en boca. Era un chileno con pintas de europeo que decía ser descendiente de vascos. Nos contó que su padre había emigrado a Chile a principios del siglo XX, y quiso saber por qué mi padre estaba tan empecinado en quedarse ahí a vivir su jubilación. Cuando mi padre especificó sus razones, el criollo nos espetó: pero Rajoy tampoco lo va a hacer mejor, ¿no?
Me quedé atónito. Saben hasta del silencio personificado.
En Buenos Aires la impresión fue confusa. La gente es de otro palo, pero muy parecida a los españoles. Probablemente los que más españolizados están en Sudamérica, con el aliciente de que casi todos tienen aspecto ibérico. Quizá son algo más elegantes y mucho más serviles. Esperaba yo que la educación era überall, o sea partout, pero no fue así. Un domingo cogimos un tren a Tigre, y a la vuelta dos personas pusieron sus móviles con música y sin auriculares. Un viajero se quedó mirando a uno de estos gorilas maleducados, quien, enfadado, le devolvió la mirada: ''¿Qué miras?'' Izó el puño: ''¿A que te lo boto a la cara?''. Le dio un puñetazo en la cara, pero no sangró, a diferencia de las películas americanas.
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