Hace mucho tiempo que de ese recinto huyó Curro, que resultó ser una chica -que montaba en moto acuática y todo-, hace tiempo que se construyó en ciudad empresarial. El único Curro que vuelve es el de Halcón Viajes, que ha resurgido de sus cenizas promocionando de nuevo al empresario que huyó alguna vez de la oficina para irse por el Caribe. Desconozco si es el mismo Curro de antes, lo que está claro es que hay un curro universal, típico, que siempre vuelve, o nunca se va, según la perspectiva (pesimista u optimista). Es el curro del Trabajo. Mañana se incorporan muchos al 'curro'. Zapatero y sus nuevos ministros, el Rey, los feriantes que han escogido esta última semana de vacaciones... y yo.
Sí. Es en Corporación Multimedia, una empresa de Publicidad situada cerca de Cibeles, en el metro Sevilla (ciudad de Curro, qué casualidad). Empiezo mañana y me siento como otro cualquiera que hace 20 años o 20 horas se lastimaba por abandonar la feria y volver al tajo -yo vuelvo al Tajo, más bien-.
Sí, vuelvo de la ciudad de Curro a la ciudad del Tajo, para currar o t(rab)ajar. Y para no liaros más, vuelvo de vacaciones en la Feria de Sevilla al trabajo en Madrid, cuando empiezo a contemplar un cambio de rasante detrás del cual pueden percibirse ya los examenes fijados entre tantas horas de trabajo -7- y de estudio -undefined-.
El fin de semana ha ido muy bien, como aquellos de Bachillerato en los que habías de exprimir al máximo esas 72 horas escasas tras una larga, agotadora y deprimente semana entre los muros del colegio. Nada más llegar el jueves de Madrid, pasamos por la Feria, recogiéndonos a las 5.30 de la mañana -7 en un coche de 5 plazas- para reponer fuerzas. Las fuerzas fueron escasas, porque nada más levantarme, tras los ladridos de los pastores alemanes de la casa de enfrente, pude mirar el reloj y ver que no había dormido más de 3 horas, y que me quedaba una larga mañana enseñádole a Carla Sevilla... en bici.
Carla y yo, junto a los jardines del Alcázar
La cogimos en la Plaza Antonio Aparicio Herrero y llegamos hasta la Plaza Nueva en menos de 15 minutos. De allí hicimos el Tour por Sevilla y me di cuenta de que la Giralda no es tan conocida como dicen, porque dos veces ofrecí mi cámara para que me hicieran una foto, y las dos veces salí con la Giralda cortada, sólo parte de la fachada y algunos naranjos me servían de escenario.
Por la tarde quedamos con el Bosnio y Amanda y sus amigas, y nos dirijimos en el C2 (el C1 no paraba por overbooking) hasta la Feria, pasando por la antigua ciudad de Curro. Pasó hora y media, lo que tarda el AVE en trazar el recorrido de Madrid a Córdoba, hasta que llegamos a República Argentina, donde compramos mucha manzanilla y cocacola para estacionar en la puerta de la Feria y beber allí hasta que Amanda no pudo más con su resfriado y Carla, Bosnio y yo optamos por darnos una vuelta con el fin de entrar en alguna caseta, pública o privada -Bosnio mediante-, consiguiendo al fin entrar en una de esas macrocuadras donde varias tapas de pescado y choco -alcanzamos a gorroñear una de cazón en adobo- nos saludaban con alegría. Ya cenados, de gratis, volvimos a la portada de la Feria, donde nos encontramos con los demás -J.Alberto, Morro y otros ex-amigos de Gargamel- para seguir disfrutando de una bonita pero repleta noche de feriantes. Allí, en una gran caseta verdiblanca, vino Pipo, compartiendo con nosotros sus experiencias estos últimos años.
Al día siguiente tocaba playa y a la playa fuimos, concretamente a la de Mazagón, y portando con nosotros a las americanas Anne y Rebecca. Pude ver la vergüenza en primera persona cuando, al llegar a Huelva -por pasarme literalmente varios pueblos- pregunté en un último suspiro dónde estaba la playa de Huelva y, entre risas de mi onubense interlocutor, respondiéndome, me aseguró que no había, y que tenía que tirar por la Rábida. Ya al llegar a Mazagón -en el mismísimo punto de aquél 13 de octubre de 2007, con los hipi- montamos campamento y jugamos al fútbol, nos bañamos y leímos. Carla veía su primera playa continental, y la disfrutaba, pero no aprovechó para tomar un baño pese a que el Bosnio y yo nos enzarzamos en una cruenta pelea por ver quien se comía la primera ola helada de la tarde.
Por la noche vimos una película, Señales, de Mel Gibson, por votación unánime -mi voto y mis ganas de ir al cuarto de arriba para coger una película buena al azar- e ignorando que otra gente había votado por Hitch, y otros tantos por Chocolat. La película, que yo veía por segunda vez -la primera, hace dos años, Carlitos me interrumpió entrando en el cuarto del ordenador, donde yo la veía- alimentó el sueño de Rebecca y Carla, pero a mí me encantó y al final pude observar su verdadero significado, bastante filosófico: creer en Dios aunque (o más que nunca) cuando pierdes a un familiar.
Hoy volvemos a la ciudad del Tajo, donde se taja, se curra. Hemos vuelto con Ramón, Carla, Braulio Juanito y yo en el coche, por la A-4, para recoger al fartusco en Córdoba, para contemplar Despeñaperros, los molinos de Ciudad Real, para contemplar mi España, y para, sobre todo y lo más bonito, llamar a los camioneros por boca de Braulio para que tocaran la bocina (3 de 6 lo hicieron), y observar lo fácil (en el 50% de los casos) que es sacar una sonrisa al 'currante'.
2 comentarios:
Muy buenas. Tienes un blog muy interesante, así que te linkeo. Jaja yo también estoy releyendo ahora la Amarga victoria, que cosas.
Saludos
Bueno, por todo se empieza. A mi tampoco me leía nadie al principio y bueno, ahora sí hay algunos fieles (muchos amigos, no te vayas a pensar) que se pasan por allí.
Los viajes aportan mucho, la verdad. A ver si te vienes un día a pucela y te invito a unas bravas, mmmm.
Y lo de la amarga victoria, jeje, ya lo había leído pero había olvidado la mayoría.Y el desquite igual, pero tendré que releerlo.
Saludos
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