Con el libro en mano -un libro que aún no he comprado por considerarlo una estafa que oprime a los tiesos estudiantes-, hoy el profesor Antonio Arroyo ha centrado su lección en la retórica, arte de persuadir y convencer que nace en la Era Clásica y aún pervive en el Mundo que basa su porvenir en la política (democrática, claro está).
Me ha llamado la atención un postulado que ha hecho y al que sin embargo no ha dado solución. Es como si lo hubiera dejado en el aire y el viento desdeñoso de los estudiantes con ganas de irse a casa se lo hubiera llevado.
''Hoy, en el debate de investidura del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, se palpa esa retórica moderna de centrarse en lo concreto y sin dar necesariamente un gran discurso ininteligible. Es curioso que no fuera así en tiempos de la República, cuando los políticos tenían gran fama de dar grandiosos discursos''
Enseguida se me vino a la cabeza Manuel Azaña, afamado orador durante los 5 gobiernos de la II República. Tan afamado era que hoy en día, como a comienzos de año con los suplementos de El Mundo, se siguen regalando cuadernillos comparando sus discursos con los de Kennedy o Churchill. Ahora bien, y aquí está la solución al postulado del profesor.
¿Se ha dado cuenta Arroyo, como muchos constatamos durante los debates televisivos, de la importancia de los medios de comunicación de masas en la canalización de los mensajes (populistas) de los políticos? ¿Ha tenido en cuenta Arroyo, para su resquemor, que en el bienio Azañista y prácticamente durante toda la etapa republicana había un 32% de analfabetismo? Es decir, que un tercio de los 26 millones de españoles no sabía leer ni escribir?
Porque si no lo ha tenido en cuenta, no atenderá a las razones por las cuales en aquellos tiempos los discursos eran más brillantes e ininteligibles. Simplemente, porque los discursos, sin una cámara en el Congreso que los recogiera para toda la población, sólo llegaban a los señores diputados y a los 5 señoritos de fuera a los que deleitaran.
Hoy, con un alfabetismo casi total en las grandes capitales de provincia y más que suficiente en las zonas rurales, los políticos pueden permitirse la demagogia barata para hacer llegar sus discursos a 'toquisqui' sin que los destinatarios se paren a pensar en las oraciones porque 400 euros o un sello que certifica una rebaja del IRPF se lo impide.
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